domingo, 17 de octubre de 2010

UNIDAD II ACTIVIDAD 7

INSTRUCCIONES: Lee la siguiente información y redacta en una cuartilla una carta a Estados Unidos donde externes tu opinión sobre el hecho histórico tan lamentable.

INFIERNO EN LA TIERRA: Hiroshima: 8:15 a.m. del 6 de agosto de 1945

El 6 de agosto de 1945, la ciudad japonesa de Hiroshima, situada en Honshu, la isla principal del Japón, sufrió la devastación, hasta entonces desconocida, de un ataque nuclear. Ese día, cerca de las siete de la mañana, los japoneses detectaron la presencia de aeronaves estadunidenses dirigiéndose al sur del archipiélago; una hora más tarde, los radares de Hiroshima revelaron la cercanía de tres aviones enemigos. Las autoridades militares se tranquilizaron: tan pocos aviones no podrían llevar a cabo un ataque aéreo masivo. Como medida precautoria, las alarmas y radios de Hiroshima emitieron una señal de alerta para que la población se dirigiera a los refugios antiaéreos.

A las 8:15, el bombardero B-29, “Enola Gay”, al mando del piloto Paul W. Tibblets, lanzó sobre Hiroshima a little boy, nombre en clave de la bomba de uranio. Un ruido ensordecedor marcó el instante de la explosión, seguido de un resplandor que iluminó el cielo. En minutos, una columna de humo color gris-morado con un corazón de fuego (a una temperatura aproximada de 4000º C) se convirtió en un gigantesco “hongo atómico” de poco más de un kilómetro de altura. Uno de los tripulantes de “Enola Gay” describió la visión que tuvo de ese momento, acerca del lugar que acaban de bombardear: “parecía como si la lava cubriera toda la ciudad”.
Tokio, localizado a 700 kilómetros de distancia, perdió todo contacto con Hiroshima: hubo un silencio absoluto. El alto mando japonés envió una misión de reconocimiento para informar sobre lo acontecido. Después de tres horas de vuelo, los enviados no podían creer lo que veían: de Hiroshima sólo quedaba una enorme cicatriz en la tierra, rodeada de fuego y humo.

Luz intensa, conmoción, quemaduras severas, intenso dolor, heridos que gritan y cuerpos calcinados por doquier, desesperación por hallar a desaparecidos, tristeza por la muerte de seres queridos, efectos tardíos de la radiación...

Algunos testimonios:
EIJI NAKANISHI
"Estaba en el salón de mi casa, con mis padres y mi hermana mayor, cuando estalló la bomba. Mi padre salió despedido al patio y el edificio se derrumbó por completo. Mi hermana me sacó de entre los escombros; aparecí llorando y cubierto de polvo. Tuvimos suerte porque todos salimos ilesos. En la casa de al lado vivían mis tíos y mi primo, que tenía mi edad. Mi tío quedó sepultado al destruirse su casa mientras gritaba a mi tía: ‘¡Sálvame! ¿Por qué no puedes salvarme?’. Pero ella ya no pudo hacer nada. Mi primo sobrevivió pero murió poco después, lo que dejó a mi tía un terrible sentimiento de culpa que la afectó durante toda su vida.
A todos los supervivientes nos dijeron que tarde o temprano íbamos a morir. Crecí pensando que no iba a hacerme mayor. Mis compañeros de colegio que no habían nacido cuando estalló la bomba querían ser deportistas, empresarios... Mientras que yo sólo soñaba con cumplir los 20 años. A los niños, la bomba nos robó nuestros sueños y nuestras esperanzas en la vida.
Después me enamoré de una chica y queríamos casarnos. Pero cuando sus padres se enteraron de que yo era un superviviente de Hiroshima, un hibakusha, se opusieron a la boda. Tenían miedo de que nuestros hijos naciesen con problemas. Por eso, lo primero que hice cuando nació el primero fue ir corriendo a ver si tenía todos los dedos. La bomba no nos ha dejado vivir libres, siempre nos ha perseguido, siempre ha estado en nuestra mente...
Ahora he venido a España, invitado por Greenpeace, como un paso más para ver cumplido mi sueño de morir con la alegría de que mi vida ha merecido la pena porque se ha conseguido la eliminación total de las armas nucleares. Porque los hibakusha sólo vivimos para eso, para pedir que no haya más Hiroshimas, más Nagasakis, no más bombas nucleares, no mas hibakushas...".

ETSUKO KANEMITSU
"‘¿Por qué han parado la alarma si todavía puedo ver el avión que nos ataca en el cielo?’, me pregunté cuando las sirenas dejaron de sonar sobre Hiroshima y el Enola Gay volaba sobre nosotros. Miré hacia arriba una vez más y una luz cegadora me quemó el rostro. Una gran fuerza me empujó varios metros y caí al suelo del patio del instituto donde estudiaba. Caí de frente y al levantarme pude comprobar que mi pecho y la parte delantera de mi cuerpo, salvo el rostro, estaban intactos. Pero toda la ropa había desaparecido de la parte trasera de mi cuerpo y la piel de mi espalda ya no estaba. Miré a mi alrededor y todo lo que hacía unos segundos estaba allí había desaparecido, incluidas las compañeras que formaban en el patio.
Me llevé las manos a la cabeza y no tenía cabello, sólo carne quemada. ¿Dónde estoy?, me pregunté. Sólo sobrevivimos cuatro de las 50 estudiantes que estábamos fuera de las aulas en el momento de la tremenda explosión. No recuerdo cómo llegué a casa.
Mi madre consiguió un médico, pero él dijo que no tenía muchas posibilidades de salir adelante con vida y que era mejor que se esforzara en otros heridos menos graves. Mi madre no quiso escucharle y le suplicó: ‘Póngale aceite en el rostro, es una chica y necesita que se la pueda mirar a la cara o no tendrá ningún futuro’. El dolor que sentía era insoportable y tardé varios meses en recuperarme. A mi hermana nunca la encontramos y fue dada por muerta.
Cuando tenía 27 años me casé con un hombre que también había sobrevivido a la bomba. Los dos hemos pasado estos 60 años con graves enfermedades, pero no somos fáciles de liquidar. Hemos desafiado a la muerte".

HIDEKO MUROTA
"Yo estaba en la escuela cuando una luz cegadora se coló por la ventana y todo saltó por los aires. Tras pasar varios días en un refugio, y después de que algunas personas trataran en vano de encontrar a alguien de mi familia con vida, los otros supervivientes se reunieron para decidir qué hacían conmigo. Mi padre había muerto años antes del ataque, mi madre falleció en casa cuando nuestra vivienda se derrumbó tras la bomba, a mi abuelo nunca lo hallaron —se encontraba a sólo 800 metros del epicentro— y mi única hermana seguía oficialmente en paradero desconocido.
Me enviaron a un orfanato para los niños que habían perdido a sus familias. Lloré mucho porque pensé que me había quedado sola en el mundo. Algunas semanas después, una familia me adoptó y me fui a vivir con ellos. No fue hasta un año después que mi hermana, la única persona de mi familia que había sobrevivido, logró encontrarme y llevarme con ella. Se convirtió en mi madre y mi amiga, trabajó para que pudiera seguir estudiando y vivimos juntas hasta que cumplió 53 años y un cáncer de pecho acabó con su vida.
Desde entonces he estado completamente sola. Nunca me casé: vivimos para cuidarnos la una a la otra porque no teníamos a nadie más. Hace dos años también me detectaron un cáncer de mama. Mi hora tenía que haber llegado ya. ¿Es éste el final? Todavía hoy las imágenes del 6 de agosto de 1945 me despiertan por las noches. Puedo ver el momento en el que una bola de fuego cayó sobre la escuela, puedo escuchar los gritos y ver los muertos como si el tiempo no hubiera pasado. Es como si una bomba atómica cayera cada día de mi vida".


HIROKO HATAKEYAMA

"Durante muchos años traté de ocultar que era una víctima del ataque nuclear; supongo que tenía miedo a ser rechazada. Ni siquiera mi hija lo supo hasta que la aparición de un cáncer y mis posteriores problemas de salud hicieron imposible esconder la verdad por más tiempo. Me casé y tuve una hija que nació completamente sana a pesar de mis temores. Nunca imaginé que el problema vendría más tarde, cuando nació mi primer nieto. Sufrió graves deformaciones y me sentí culpable. Después vino el segundo, también con problemas, y el mundo se derrumbó para mí. Los problemas psicológicos que sufrí provocaron mi divorcio.
El día que cayó la bomba me encontraba en el colegio de primaria Nagatsuka, situado en una zona relativamente poco afectada. Nuestra casa estaba situada en la autopista de salida de la ciudad y una muchedumbre trataba de huir por la carretera con el cuerpo abrasado, muchos de ellos completamente desnudos y sedientos. ‘Agua, agua’, pedían. Nuestra casa se llenó de heridos y muchos murieron en el salón. Por el día tratábamos a los afectados con aceite, intentando calmar sus quemaduras, y por la noche quemábamos los cadáveres de los muertos junto al río. Mi hermano llegó moribundo tres días después. Tenía la boca negra y la piel quemada. El dolor era tan intenso que no podíamos siquiera tocarle. Murió en brazos de mi madre y marchamos a enterrarlo cuando empezó a llover. No sabíamos que era lluvia radiactiva y durante días dejamos que nos mojara. El barrio no había sido golpeado directamente por la bomba, pero por alguna razón fue el más afectado por la ‘lluvia negra’ posterior. Y así fue como empezamos a enfermar".


TERUKO SUGA

"Era un día luminoso y había ido caminando a la Oficina de Correos, cerca del Ayuntamiento. Mi jornada acababa de empezar y me encontraba arreglando algunos papeles cuando de repente el edificio empezó a temblar. Los cristales saltaron por los aires y cuando miré hacia la calle por una ventana una luz muy brillante me cegó completamente. El resplandor se apagó enseguida y de repente todo era oscuridad. Eran las 8.15 de la mañana de un día soleado, pero estábamos envueltos en una noche cerrada. Pensé: ‘El Sol ha caído sobre nosotros’. Sólo se oían los gritos de auxilio. Nuestro edificio era el más resistente en el barrio y al salir a la calle comprobé que era el único que seguía en pie. Todo a mi alrededor había desaparecido y en mitad de las ruinas la gente caminaba con partes del cuerpo colgando y horribles quemaduras en sus cuerpos. A muchos no les quedaba un centímetro de piel. Parecían zombis.
La ciudad ardía a mi alrededor. Mis heridas eran leves. Llevaba cristales clavados en la espalda y magulladuras por todo el cuerpo. Fui de las pocas personas que, estando a tan escasa distancia del epicentro, logró salvarse. Encontré un refugio después de caminar varios kilómetros hacia el oeste. Avanzaba pisando cadáveres.
Durante todos estos años he sufrido de fatiga, pero ningún cáncer, afortunadamente. La bomba destrozó mi vida de una forma que nunca pude imaginar. El Gobierno me reconoció como un hibakusha (superviviente que se encontraba en la zona de máxima radiación) y me ayudó, pero jamás pude formar una familia. Pensaron que enfermaría y moriría pronto. Otros temían que pudiera tener hijos con deformaciones. Para mí, la bomba ha significado la soledad".

TOYOHIKO KUWABARA


"Los días empezaban en la fábrica con un discurso del director para alentarnos a trabajar sin descanso por la patria y la empresa. Nos acabábamos de incorporar a nuestros puestos cuando el edificio saltó por los aires. Yo me encontraba tras una cadena de coches que me protegieron, pero casi todos mis compañeros murieron en el acto. En las prácticas de emergencia nos habían entrenado para ir al refugio más próximo, que se encontraba a 50 metros. La destrucción total y la oscuridad hacían imposible encontrarlo, así que comencé a gatear para tratar de buscar la entrada. Mientras me escurría por el suelo sentí que avanzaba sobre un terreno lleno de obstáculos: eran los cuerpos de los fallecidos que cubrían la calle.
Cuando llegué al refugio había tanta gente que no podía entrar, así que escapé por la carretera con un grupo de personas que también huía. Todos aseguraban que iba a caer otra bomba y tenía mucho miedo. Mi padre se encontraba cerca del edificio del Ayuntamiento y nunca volvimos a verlo, a pesar de que mi madre y yo lo buscamos por todos los hospitales y los refugios de la ciudad. Un año después se presentaron en casa dos señores del Gobierno con una urna que tenía en su interior algunos huesos. Dijeron: ‘Éste es tu padre’.
Los primeros años de la posguerra fueron de mera supervivencia. Faltaba comida y agua y todos los días morían muchas personas. Empezamos a construir casas sencillas con escombros y poco a poco las fuimos mejorando. Sabíamos que había que empezar de cero y trabajamos juntos para reconstruir la ciudad. Nadie pensó en sí mismo, sino en Hiroshima. Por eso hoy tenemos una ciudad mucho mejor".

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